"Y en el transcurso de estas inconsistentes aventuras, había habido centenares de chicas con las que había soñado, pero a las que nunca había llegado a conocer; que habían pasado rozándolo y dejándole durante un día o dos esa desesperanzada sensación de pérdida que hace de la belleza lo que es: un árbol distante y solitario, destacando en un horizonte dorado; ondulaciones luminosas en el arco interior de un puente; algo completamente inalcanzable".
Vladimir Nabokov, Risa en la oscuridad. Barcelona, Ed. Anagrama, 2001, p. 16
Quizá aún lo amaba cuando me desabroché la blusa allí mismo, en el bar, secretamente esperando volver a seducirlo:"sólo por esta noche" susurré en su nuca de niño. Pero él fue implacable. Tomó la pajita de aquel vaso de bourbon pringado de nuestros besos confundidos, avergonzado sin duda, o violento, o qué sé yo, y delante de todos la introdujo en mi pecho. Lentamente sorbió la sangre que fluía desde el corazón hasta dejarlo tan vacío. "Ya no queda nada", me dije, le dije. Y antes de morir bebí las lágrimas que caían de sus ojos voraces.
ResponderEliminar