“Todo aquello que bulle y hormiguea y gira, es bueno”.
Fritz Zorn, Bajo el signo de Marte

lunes, 20 de agosto de 2012

El museo vacante

De las trece fotografías que José Manuel Ballester dedicó a algunos de los más importantes museos españoles junto a la Neue Nationalgalerie de Berlín y donó en el año 2005 al IVAM, la Avenida de columnas es, por decirlo así, la más esencial. Inspirada en la ampliación que Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa proyectaron para el museo valenciano, en ella todo queda reducido a unas cuantas líneas verticales sólo aparentemente simétricas, a los planos que generan y a la dicotomía bicroma que plantea la confrontación luminosa de las columnas contra un cautivador fondo negro.

Parecía ineludible que Ballester se enfrentara a esos espacios liminales que son los museos y que lo hiciera en el momento previo a serlo, es decir en el proceso mismo de su construcción. En su obra anterior ya había pintado o fotografiado (lo mismo da) lugares sólo aparentemente vacíos en los que, sin embargo, la presencia humana se revela a través de una ausencia elocuente que se manifiesta en los rastros que aquélla deja. La obra de Ballester radica en una poética de la huella en la que la arquitectura siempre ha cumplido un papel cardinal. La arquitectura es el arte de construir, sin duda, pero también y quizá más aún es el arte de habitar o de llenar de sentido un lugar vacante. Los museos son los lugares del sentido por antonomasia, los lugares donde se congregan todas aquellas cosas que compartimos y que, por tanto, más nos acercan a unos y a otros, pero además, tal y como los ha fotografiado Ballester, los museos son los ámbitos donde puede suceder algo en cualquier momento precisamente porque aún no son y están vacíos. Esa congelación que provoca el vacío no es negativa o paralizadora sino que es presentada, con toda su potencial energía, como una promesa.
Desde antiguo los museos son los lugares donde habitan las Musas; otra cosa es que ellas, despavoridas, hoy se hayan escabullido. La serie de fotografías sobre museos de Ballester nos enfrenta a una pregunta perentoria: ¿cómo conseguir que esas mismas Musas retornen al lugar de donde nunca debieron huir?

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